Después de casi dos meses de que se implantara el estado de alarma por la COVID-19, parece que vamos viendo algo de luz al final del túnel. Aunque esta luz aún se encuentre bastante lejos y tampoco nos convenga correr para alcanzarla. Sin embargo, como todas las personas autónomas o freelance (y vaya, como cualquier persona ahora mismo), no puedo evitar que me ronde por la cabeza una pregunta de manera constante… «¿Y ahora qué?».
Este «¿y ahora qué?» se podría aplicar a muchos aspectos de la llamada «nueva normalidad». Cómo nos vamos a poder relacionar en los próximos meses, vivir nuestros momentos de ocio fuera de casa, cómo será nuestra relación entre consumo-naturaleza-sostenibilidad, y también cómo vamos a poder desarrollar nuestro trabajo a partir de ahora.
Todos sabemos que el trabajo es lo que nos da sustento, nos permite pagar los alquileres, la comida, la ropa, las vacaciones… Sin embargo yo siempre lo he entendido como algo más, como una forma de vida, una manera de definir quién eres, de aprender y de crecer como persona. Sinceramente, no me imagino la vida sin trabajo, porque a pesar de las largas jornadas y de los momentos de cansancio, la mayor parte del tiempo disfruto con lo que hago.
Posiblemente por eso fundara hace ya unos años Flamingo, la agencia de comunicación y marketing de las industrias culturales. Sin embargo, en este nuevo entorno en el que precisamente la cultura y el ocio se encuentran entre los sectores más afectados, ¿cómo podemos hacer frente ante esta crisis para sobrevivir y no dejar de lado aquello que nos define como profesionales y por lo tanto como personas? No parece una tarea fácil.