Muchas veces, cuando hayan el cadáver de un artista que te ha acompañado toda la vida, apenas te lo puedes creer ¿de verdad ha muerto? En estos casos, nos da pensar que son seres inmortales, que siempre nos acompañarán, y en cierta medida es así porque nos quedan sus películas, su música, sus libros… Pero sin embargo, la realidad es que ya no están, ya no podremos verlos, ni escucharlos ni leer nada nuevo suyo. Lo único que quedan son los clásicos para el recuerdo. Esto es lo que me ha pasado esta mañana cuando me he enterado de la muerte de Robin Williams.
He de reconocer que no era mi actor favorito, y que incluso alguna de sus películas me parecían algo aburridas. Sin embargo… ¿cómo no apenarse por la muerte del actor que dio vida al mítico profesor Keating de El club de los poetas muertos (1989) de Peter Weir, o del carismático psicólogo de El indomable Will Hunting (1997) de Gus Van Sant? ¡Imposible no hacerlo!
* Puedes leer el post completo en el blog de música y cine La Chica Sonora.
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